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EL PEZ MÁS RÁPIDO DEL PLANETA


Como si de un misil subacuático se tratase, el tiburón mako (Isurus oxyrinchus), comúnmente conocido como marrajo, recorre las aguas de la mayoría de mares de zonas templadas ostentando un récord de velocidad que pocos imaginarían. A pesar de su gran tamaño (4 metros) y su peso (700 kg), el marrajo es capaz de alcanzar velocidades superiores a ¡120 km/h! 

 
Este escualo es el pez más rápido del planeta. Para lograr estas velocidades, necesita de un cuerpo con una perfecta hidrodinámica, desde el hocico hasta la cola, y de una masa muscular que le permita alcanzar una gran potencia de aleteo, con su aleta caudal en forma de media luna, además del hecho de ser homeotermo, lo cual triplica su potencia muscular permitiéndole además realizar arranques bruscos.
La unión de tal potencia y velocidad le permite ser también uno de los peces que más salta fuera del agua, siendo capaz de elevarse hasta 8 metros por encima de la superfície.

ARTE A LO GRANDE: CAMPOS DE ARROZ


Arte es crear, innovar, sorprender. En las últimas décadas, el concepto de arte se ha ido moldeando, pasando por diferentes fases y llegando hasta lo que es hoy día. Pero muy lejos de aquí, en Japón, existe un concepto de arte que seguramente no conocías. No es pintura, ni escultura, ni nada relacionado con galerías. Es arte con campos de arroz. Como si de un enorme lienzo se tratara, decenas de personas se dedican a plantar diferentes clases de arroz en grandes plantaciones. Los granjeros se convierten en artistas, jugando con las distintas tonalidades de cada variedad de arroz. Cuando las plantas crecen, emergen de los campos enormes figuras y dibujos tradicionales japoneses. Aquí podéis ver desde la plantación hasta el final del crecimiento.
 












 

ESPECTÁCULOS NATURALES: EL LAGO DE LAS MEDUSAS


Perdido en una de las miles de diminutas islas que dibujan el océano Pacífico se cierne uno de los lugares más mágicos del planeta. En el minúsculo atolón de Eil Malk, en Palau, unos 1.000 km al este de Filipinas,  se sitúa el llamado Jellyfish Lake.  Lo que hace único al lago, de poco más de 5 hectáreas de tamaño, es su extrema sobrepoblación de medusas. Millones de ellas nadan en sus aguas desde hace miles de años.



El Ongeim'l Tketau, según la lengua local, se formó hace más de 12.000 años, cuando se cerró su salida al mar. Desde entonces, millones de ejemplares de dos clases de medusa, la Golden Jellyfish (medusa dorada) y la Moon Jellyfish (medusa Luna), se mezclan para formar uno de los espectáculos naturales más curiosos del mundo.  Las primeras, como si de un baile se tratase, se mueven a compás por el lago, en búsqueda de nitrógeno y algas. Las segundas emergen por la noche a la superfície para alimentarse.


 El lago, actualmente Patrimonio de la Humanidad, se ha convertido en una de las grandes atracciones del país. Bañistas y buceadores tienen la posibilidad de bañarse en este pequeño mar, y tener contacto directo con las medusas, ya que sus células urticantes son tan pequeñas que no suponen riesgo alguno para la piel.