Este pájaro, de unos 35 centímetros de largo y 80 de envergadura, y poco más de 100 gramos de peso, protagoniza la migración más larga del reino animal. Cada año, vuela más de 70.000 kilómetros en su viaje de polo a polo. Eso supone que durante toda su vida, de unos 34 años, vuela lo equivalente a ¡tres viajes de ida y vuelta a la Luna! Su viaje anual, desde Groenlandia al Mar de Wedell, en la Antártida, y viceversa, no lo hacen de forma directa, ya que pasan un período de un mes a unos 1.000 kilómetros al norte de las islas Azores, en el centro del Oceáno Atlántico. El charrán ártico no elige la ruta más corta, sino que hace una gran "S" a través del Atlántico, para aprovechar los sistemas de vientos y ahorrar así un poco de energía. Además de esta hay otra rutas migratorias, como de Alaska hasta Tierra del Fuego.
Rutas migratorias del charrán ártico |
Dos historias que verifican la gran capacidad de este pequeño animal son las de un ejemplar que aún no había emplumado, anillado en Reino Unido, y encontrado en Australia tan solo 3 meses después de emplumar, o uno que llegó de Canadá a Sudáfrica tan solo 4 meses después de emplumar.
Es curioso como los animales migratorios solo tienen en mente llegar a su destino, cueste lo que cueste, ya que si a un "charrán ártico" se le ofrece desde un barco de observación ornitológica en Monterrey un aromático arenque, pasará de largo. Las gaviotas residentes se precipitarán con voracidad sobre el regalo, pero el charrán no. ¿Por qué? Los animales en migración no reaccionan ante estímulos sensoriales que en otras circunstancias inducirían a una respuesta inmediata. En otras palabras, están total y absolutamente empeñados en llegar, cueste lo que cueste. El charrán ártico se resiste a las distracciones porque en ese momento se rige de manera instintiva por algo que a los humanos nos parece admirable, un objetivo superior.
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